sábado, 25 de junio de 2016

Año I d.S

Qué de tiempo sin pasarme por aquí!
Qué feo está eso de buscar excusas para convencerse a una misma y además creerlo a pies juntillas, de que no has podido sacar tiempo para hacerlo!
Pero cierto es, palabrita del niño Jesús, que estas últimas semanas han sido de entretenidas para arriba. De mucha incertidumbre. De muchas cosas que pensar y sin tiempo de ordenarlas tecleando. Quizás por eso mismo me he vuelto un poco loca también.Hasta el punto de llorar por ver un sofá muy feo e imaginar que tendría que vivir con él. Hasta ese punto sí.
Bueno, pues aquí estoy, de vuelta a dedicaros un ratín en esta visitilla informal mientras volamos rumbo a nuestra primera escala para llegar a Birmania y habiendo dejado atrás la visita express que hemos hecho en el norte de Tailandia para conocer el templo blanco de Chiang Rai. Maravilloso. Y me quedo corta. Nada que ver con los templos budistas que hasta ahora hemos visto. Allí, en aquel lugar que parecía encantado, ha empezado nuestra ruta de viajes de dos semanas por Tailandia, Birmania, Srilanka y que tendrá su broche final...en Paris!!! (oh mon amour!) para asistir a la graduación del no príncipe. Qué ganas.
Pues sí, ya ha llegado el final de la aventura MBA y ya esta aquí la graduación, ya dejamos atrás la incertidumbre y los proyectos por alcanzar, los nervios de la que iba a ser una experiencia pasajera en un país exótico y en el que solo estaríamos de paso, pero que se ha convertido ahora en nuestro hogar.De los miedos del principio poco queda ya. La perspectiva cambia al sabernos rodeados de más o menos una rutina establecida y además  amparados por la seguridad que da enfrentarse a lo que ya te es conocido. Que no significa que no haya nuevos retos (y miedos) que los hay, pero de los de antes, de los del principio, de los de las primeras publicaciones en este blog, poquitos.Bravo.
Como os decía, estas pasadas semanas  han sido un poco caóticas para mí, de nervios en la barriga y a flor de piel. Junté en un alarde de inconsciencia dejar de fumar con, corregir el libro ( tarea que aun está sin terminar y que me hace tener la angustiosa sensación de que esto de editar es como el pasillo de poltergeist, pero en versión libro, que por más que corrijas y pases las páginas no se acaba nunca),  los nervios de que el noprincipe tuviera que decidir su futuro profesional y  con ello donde íbamos ahora a plantar este  nido nuestro que llevamos a cuestas. Pues eso, una mezcla bastante explosiva.
Una vez decidimos que seguiría siendo en Singapur donde queríamos seguir siendo felices y comer perdices, digo alitas de pollo, perdón, entraron en acción los nervios de buscar dónde vivir y organizar la mudanza. De eso mejor, ni hablar.Solo diré que las relaciones y el amor verdadero se ponen a prueba,en mi humilde opinión, en dos situaciones en la vida: siendo el copiloto durante un viaje donde tienes que dar indicaciones,entendiendo bien las indicaciones del GPS mientras cuentas,sin margen para la duda y el error las salidas que tiene una rotonda, y durante la organización de una mudanza entre cajas de cartón por empaquetar y practicando el desapego por las cosas que dejas atrás.
Entiendo comprenderéis que no es hasta ahora, entre trayectos eternos de aeropuerto en aeropuerto, cuando he encontrado el tiempo, y las ganas, de escribiros.
Como siempre que algo llega a su fin, como cada vez que eres consciente de que una etapa de tu vida queda atrás y que los cambios que trajo consigo te acompañaran para siempre formando parte de ti para enfrentar lo que esté por llegar, siento que toca hacer balance. Sí, no es algo que sea exclusivo del 31 de diciembre señores. Nunca está de más hacer balance, al menos a mí me ayuda a saber si estoy cómoda con los pasos que voy dando.
Del primer año que viví en Singapur, y de todo lo que ha supuesto para mí esta experiencia, podría hablar durante horas saltando de detalle en detalle, de anécdota en anécdota y de pensamiento profundo( de esos que a veces me rondan) a ida de pinza (sí, de esas que también me rondan).Aunque han sido solo unos meses, casi una año, que además se ha pasado volando, todo ha sido muy intenso, cargado de sensaciones dopadas y de muchas nuevas experiencias. Me resulta muy difícil creer que hayan pasado tantas cosas en tan poco tiempo.
Siempre había oído, antes de imaginar que sería yo la protagonista de algo así, que viajar mucho, y por todo el mundo, era la mejor forma de aprender sobre uno mismo, sobre la vida y las personas, y aunque por supuesto hay muchas cosas que aun no sé, y que estoy deseosa de aprender, sí que puedo afirmar  que he aprendido bastante durante este año fuera de la que era mi casa.
He aprendido que de miedos no se vive. Que las cosas pueden salir bien, o quizás mal, pero que quien no arriesga, no gana.
A disfrutar más del día a día sin pensar tanto , y en exceso, en lo que está por llegar
A valorar mucho más todas las cosas (y por cosas no me refiero solo a lo material) que si tengo y pensar bastante menos en las que no. También, y a base de más de un disgusto por el camino, sigo aprendiendo como me dice y me pide siempre el no príncipe, a relativizar.
He aprendido también, de verdad, no como una frase que queda bien y que parece obvia si se dice así, sin pensar, que el mundo no es solo de una manera. Que lo que a mi me parece normal otras personas ni lo imaginan, y algo así te cambia la perspectiva de casi todo lo que dabas por sentado.
Que los verdaderos amigos no saben nada de distancia, ni de diferencia horaria.
Que vivir esta experiencia al final resultó que era lo mejor que nos podia pasar para ser, él y yo, un equipo.Que todas las cosas que me asustaban las hemos superado juntos, con creces, y lo que creia que podía ser algo que nos separaría, nos ha unido más. Que cuando se quiere, se puede, y que confiar y las nuevas oportunidades merecen la pena si se intenta de verdad. A estar, además de enamorada, orgullosa de él. Orgullosa de una forma que no había experimentado antes, que tiene que ver mucho con el amor, quizás,pero que va más allá. Cuando lo miro y pienso todo lo que ha hecho, por él, por mí, por nosotros, es que no puedo evitar pensar, ¡coño (perdonen ustedes este vocabulario tan soez, pero mi pensamiento es así de expresivo) que bien los estás haciendo, olé tú, qué orgullosa estoy de tí!
Él, que también tenía mucho que madurar. ÉL, que también tenía que aprender que había mundo más allá de "Nunca Jamás" y que no hacen falta ni campanillas, ni Peter Pan. Él, que ha resultado ser el mejor compañero, me ha enseñado que la vida puede ser diferente, y maravillosa también, más allá de la calle Betis.
Si releo los primeros post que escribí aquí antes de marcharnos, he de reconocer que no solo de él estoy orgullosa, también lo estoy si señores, "muy mucho" de mí. Porque sí, porque ha habido muchas veces que pensé que no podría, muchos momentos de bajón, de cagarme de miedo, de sentirme muy perdida y sola de cojones, de echar de menos hasta los olores de mi vida a.S , incluso de sentirme torpe y menos que los demás. Y es que las inseguridades, mis peores enemigas, pueden jugar muy malas pasadas y en este año al estar fuera de mi zona de confort me han visitado con cierta frecuencia. Pero aun así, aunque aun me queden muchas cosas por hacer, por mejorar y aprender, de aquella primera lista de miedos y cosas por hacer que escribí antes de marchar, puedo decir que no he dejado casi ninguna por el camino (dejar de fumar ejem ejem y soltarme la melena parloteando inglés las dejamos aún con un necesita mejorar. De momento), pero me siento una valiente, y no me pienso quitar méritos, y a falta de abuelas, me lo diré yo sola: olé yo también!
Campeona de pequeñitas, pero que  se sienten enormes batallas.
Como no todo pueden ser confeti y unicornios, os contaré que también he aprendido cosas que no me gustan nada, del mundo en general por supuesto, pero de mi misma en particular. Supongo que ser consciente de esas cosas es estar un paso más cerca de superarlas y lograr cambiarlas.  Ahora siento que me conozco mucho mejor, que he profundizado más bajo todas esas capas que durante años he ido construyendo para sentirme fuerte y capaz, y aunque eso me hace más vulnerable, me siento más real, menos versión de cara a la galería y más yo. En medio de todo eso me he dado cuenta que hago demasiadas cosas procurando o teniendo más en mente a los demás, y lo que creo que esperan de mí sin tener del todo claro, o al menos sin plantearme si son las mismas cosas que quiero yo. A todos querer agradar, a todos hacer feliz, para todos estar y con todos cumplir. A veces esa sensación genera mucha ansiedad y un gran vacío, la realidad es que no puedes vivir pensando en contentar a todos, porque no todo el mundo ve las cosas de la misma forma, y aceptarlo es un proceso es duro, porque sientes que fallas, que le fallas a personas que son importantes para ti, que los decepcionas, o incluso, en algunos casos, entre muchos sentimientos encontrados, que los traicionas. A veces me pasa también que me siento culpable por ser feliz haciendo algo tan diferente y estando tan lejos de lo que los míos quisieran y es entonces cuando empiezas a medir el entusiasmo sobre lo que sucede en tu día a día, o sobre los planes de tu vida por miedo a que no se alegren, a que no te entiendan y sobre todo para no saborear lo amargo de no sentirte apoyada, respaldada. En esta nueva etapa que comenzamos ese es uno de mis nuevos propósitos, voy a procurar liberarme de la carga de hacer o dejar de hacer ciertas cosas pensando más en satisfacer a otras personas que a mí, y a sentirme satisfecha con todas las cosas que hago,que son muchas, sin esa necesidad de que tenga que venir alguien a validármelas, porque no las hago por ese motivo, y si ese es el motivo, y no que me haga feliz hacerlas, debo dejarlas atrás. Meterlas En la bolsa de sentimientos que restan y no  suman.
Con sus más y sus menos, para acabar, que me enrollo y no quiero resultaros pesada que además en los próximos días quiero contaros también cositas de este Pekín express   particular nuestro que estamos haciendo, os diré que el balance de este año, de estas  aventuras vividas, no puede ser mejor.
El primer año que viví en Singapur crecí, me enamoré más, aprendí a ser valiente, a confiar más,y sobre todo, aun con sus nubarrones y momentos de querer mandarlo todo (y a todos) a tomar por culo, fui feliz.

Y  me comí un gusano.