Hola querid@s!
Ya os extrañaba!. Tenía preparado otra cosilla para publicar
hoy, pero de ese tema ya hablaremos otro día, hoy y una vez más, me apremia la necesidad de
exorcizarme.
Así que hoy la cosa va a ir de sueños, pero no de esos que están por cumplir no, sueños de verdad, de cuando se está dormidita. No le
damos importancia en la mayoría de los casos, pues son solo eso…sueños, sin
embargo creo que más allá de buscarles significado tipo “soñar que se te caen
los dientes” me pregunto si no es una forma más de comunicación con nosotros
mismos. Pensamientos bloqueados,inseguridades,preocupaciones, anhelos…porque lo
cierto es que hay sueños que al despertar no te abandonan y te dejan ciertos
pensamientos en suspenso. Pensemos en las películas de guerra por ejemplo, y en
la típica escena en la que el soldado aun estando ya en el calor de su hogar
vive torturado por las pesadillas que no le dejan abandonar las trincheras y le
obligan noche tras noche a revivir sucesos traumáticos, o los casos de gente que
ha vivido un trauma del que de forma consciente no pueden apenas recodar nada,
y puede incluso que pasara en su niñez y lo “han olvidado” pero es en sueños
donde reviven detalles y momentos que les recuerdan que hay algo que no ha marchado
bien. A veces nos decimos muchas cosas a nosotros mismos en sueños, muchas que
no somos capaces de decirnos cuando estamos despiertos.
Y todo esto viene porque he tenido una pesadilla muy real.
Me he despertado a las cuatro de la mañana, asustada enfadada y rayada de que
viejos demonios se presenten en mis sueños sin previo aviso. ¿Os ha pasado
alguna vez que os despertáis del sueño estando seguros de que lo que soñabas
era más real que la realidad del despertar? Y tan real es lo que he sentido, porque
no he soñado con algo confuso o extraño, he soñado un recuerdo, pero con otras
caras y otro escenario, pero he revivido un sentimiento, uno que duele, y lo he
vuelto a vivir con la misma intensidad que cuando lo viví, y al despertarme he
recordado detalles de cosas que me han pasado y que me esfuerzo por olvidar,
pero que sin embargo, no dejan de dolerme.
Los sueños son una cosa que me parecen muy curiosos, pueden
ser un sinsentido, pueden ser guarrillos, pueden ser bonitos o pueden ser
dignos de películas de terror. Todo eso vagando por nuestro subconsciente en
una mezcla de recuerdos y pensamientos que toman forma mientras relajamos el
resto de nuestros sentidos. Yo suelo recordar bastante bien los sueños, además
he tenido épocas de mi vida de sueños recurrentes y bastantes significativos,
hace años siempre me despertaba agitada porque no había noche que no me persiguiera
un tsunami del que me era imposible huir. Y aunque sé que no deben tener más o
menos importancia pues no son más que sueños, es inevitable no darse cuenta que
es una forma de sacar a la luz preocupaciones que quizás dejamos enterradas y que sólo podemos
controlar cuando estamos conscientes, pero que por más que queramos acallar nos
hablan y nos atormentan cuando no podemos hacer nada por dominarlos.
Hace dos noches sin embargo, soñé algo precioso pero que
también me sorprendió. Soñé con mi abuela, la madre de mi padre, que murió con alzhéimer
hace 6 años. Ella, mi abuelo y la madre de mi madre siempre vivieron en nuestra
casa. Y de ella, que se llamaba Concha, todos los recuerdos que tengo son
bonitos. Era una mujer fuerte, en la que me veo muchas veces reflejada,
pues se le iba toda la fuerza por la boca en un alarde de carácter que no era
más que plena fachada. Ella y mi abuelo eran los “típicos” abuelos que todos los niños deberían
tener, y yo estaba realmente unida a ellos. Primero falleció mi abuelo y seguidamente, y aunque
vivió muchísimos años más, enfermó mi abuela, y se sucedieron en mi casa una
serie de acontecimientos que recuerdo hoy de forma muy amarga y como el primer momento de mi vida en el que me enfrenté a lo traumático
de la vida, y sé que fue ahí cuando dejé de sentirme niña, y empecé a
ver las cosas complicadas del mundo de los adultos. Sin entrar en detalles
escabrosos solo os diré que mi tía tras una gran discusión con su hermano, mi
padre, se llevó a mi abuela de nuestro lado a vivir con ella a Granada. Allí trascurrieron
sus últimos años, lejos de nosotros y de la que había sido su casa, y nosotros vivimos desde lejos y muy tristes, el
declive y avance de su enfermad. Mi padre se enfrentó al dolor de que su propia
madre no le reconociera y le hablase como a un extraño. Sé que es algo que le
marcó muchísimo y siempre quiso evitarnos pasásemos por verla en ese estado. Así
que nunca llegué a ver a mi abuela perdida en recuerdos sin forma de su propia
vida y sin reconocer a sus seres
queridos. Por eso la otra noche cuando soñé con ella, fue algo lindo pero muy extraño, no recuerdo haberla visto en mis
sueños nunca. Además la veía ya enferma, cosa que nunca ocurrió en la realidad,
y ella me miraba mientras yo me preguntaba si me reconocería, y entonces sonrió, me llamo por mi nombre, me pidió que
me acercara a la silla donde estaba recostada, con el pelo completamente blanco,
como nunca se lo llegué a ver tampoco, y me abrazó, me abrazó sobre su pecho
como hacía cuando era niña y me mecía mientras yo lloraba. Fue un sueño bonito,
y extraño ciertamente por presentarse así, sin motivo aparente…
Lo curioso de muchos sueños es querer buscarles una explicación.
Y al de esta noche, tan distinto al de la anterior, no me hace falta buscársela,
sé perfectamente porque lo soñé, y por
eso hoy necesito escribir para decirle a esa parte de mi subconsciente que
amenaza tormenta, y para que se entere bien, que no voy a dejar que el miedo me
pueda, que podré soñar y revivir temores todas las noches, pero que al despertar
voy a tomar la decisión, todas las veces que haga falta, de no recrearme en lo
malo, y confiar en la parte buena de la vida y de las personas. Aun a riesgo de
que me fallen, pues el que alguien te pueda hacer daño, te decepcione o engañe y
te pueda hacer sufrir, no depende de
nosotros, así que no me da la real gana de que sea lo que condicione como soy
yo, y me obligue a sumergirme en una realidad en la que el denominador común
sea la inseguridad y el tormento que
supone no ser capaz de confiar. No. Lo que puedan hacer los demás no debe
condicionarme a mí. No se trata de olvidar por supuesto, hay cosas que por más
que quieras sabes que siempre te van acompañar y formaran parte de ti, pero no,
no va a poder más el pasado que el
presente. No.
Así que, escribiéndolo y dejándomelo bien claro, para
que mi subconsciente se entere: Al
despertar le voy a dar una patada en el culo a todas esas inseguridades, y me
voy a dedicar a ser feliz, y a centrarme en mirar el lado bueno... dispuesta a que
venga lo que tenga que venir!