sábado, 14 de noviembre de 2015

Donde habita el olvido.



Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios, me dijo siempre mi padre.
El jueves no publiqué, y dudo pueda obligarme hacerlo siempre en el mismo día de la semana, pues la necesidad de escribir y darle forma a ciertas emociones no entiende de horarios ni obligaciones, surge y nace de una forma que no comprendo del todo bien, y en algunas ocasiones me siento incapaz de teclear nada que tenga sentido. Y así estoy estos días. No me ubico, con una mezcla de sentimientos extraños a los que no les he encontrado nombre y  sólo me hacen escribir sinsentidos que  me dejan un sabor amargo en los labios. Y no quiero dejarme llevar por eso,  pues leyendo después  lo escrito estos días, debéis permitirme, que a pesar de este diario público donde me desahogo con vosotros, haya cosas demasiado íntimas que se queden sólo entre la pantalla del ordenador y yo.
No recuerdo cuando fue la primera vez que sentí decepción en mi vida, probamente sería de niña ante algún capricho no satisfecho, no recuerdo tampoco cual fue el momento en que fui consciente de que los buenos no ganan siempre, como en las películas  esas que tanto me gustan, pero probamente también sería aún muy niña,  pues  lo que si recuerdo perfectamente, es a aquella profesora de mi colegio que me llamaba “la defensora del pueblo” en un tono que entonces no comprendía y  que ahora sé, estaba cargado de una resignación que yo no concebía, recuerdo perfectamente ahora su expresión cuando me lo decía cada vez que yo protestaba con esa lengua inquieta que siempre he tenido, ante lo que me parecía injusto, y que tantas veces me valió una regañina, por meterme en asuntos que no iban directamente conmigo.
Hoy, tantos años después, en la mujer adulta que hay en mí, sigue viviendo esa niña que se revolvía y se sentía impotente, al no comprender ni llegar aceptar el porqué de tantas situaciones. Y no, no importa los años que hayan pasado, que resignarme ante esa cara fea de la vida y las personas me sigue costando mucho esfuerzo, y no aprendo la lección de mirar hacia otro lado.

Así que así estoy, que no encuentro nada  que contaros que no sea un batiburrillo de sentimientos confusos, y prefiero quedarme de momento y hasta darles forma sólo para mí los pensamientos que me rondan.

He escrito y borrado cientos de veces lo que  iba a publicar hoy durante esta semana, y al final me decanto por aceptar algo que  me jode bastante,  y es que no siempre sé,  ni tengo algo que decir.

Anoche tuve un sueño horrible, pero horrible de verdad, creo que ha sido la peor pesadilla que he tenido en mi vida, ni cuando de pequeñita soñé que toda mi familia acababa de ser convertida en  crueles vampiros, me desperté tan aterrorizada como anoche. Aun con el corazón acelerado, por el pánico tan intenso que me había invadido en el sueño, y para mi sorpresa, no sólo estaba llorando en el sueño, me caían lagrimones por  toda la cara húmeda. Una pesadilla digna de Stephen King. Y cuando intentaba volver a dormirme, se repetían las imágenes del sueño cada vez que cerraba los ojos. Busqué refugio en  mí no príncipe, intentando encontrar ese trocito de seguridad que siempre me había dado el huequito de su hombro, pero ni por esas conseguí se me pasara el  susto y la desazón tan grande que me había dejado la pesadilla, pesadilla a la que no pienso siquiera intentar buscar una interpretación. 

Al amanecer de esa noche tan inquietante, la primera noticia que tengo del mundo es la de los atentados terroristas de Paris. El mundo está loco. Y eso ya no sólo me da pena, sino que me da  miedo, miedo de que la realidad que nos rodea, es a veces mucho peor que nuestras peores pesadillas. Y así,  se suma a lo que ya se está cociendo a fuego lento en en mi interior, una vez más,  la impotencia. 
 
Así comienza el día, de malhumor, de un talante raro, crispado y susceptible... y termino de escribiros  tumbada al sol, intentando que la fotosíntesis saque de una vez a relucir a la Beatriz que no es taciturna, a la que se ilusiona por lo que está por llegar, a esa  que le gusta hacer una celebración de cualquier chorrada de la vida como excusa para sonreír y besar, esa que se empapa de cositas bonitas para alegrarse y poder alegrar también a los que están a su alrededor.  Intento recordarme que hay días malos y que esos también pasan para dar lugar a esos otros momentos que nos hacen sentir que las cosas buenas de la vida y de las personas son muchas más que las malas. Esos días en que nos creemos capaces de todo,simplemente, porque nos sentimos felices. Me recuerdo que esos días también existen y que no tardarán en volver hacerse presente. 
Pero a pesar de esa certeza, no  consigo que se me pase esta sensación que se hizo presente por primera vez el domingo pasado, cuando aun a costa de que mi no príncipe no me tome en serio y se ría cuando lo digo, le aseguré que tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar, y aunque él diga que no, ¡ya me gustaría a mi equivocarme!,  el presentimiento se tornó  realidad cuando llegó la madrugada del miércoles. Y desde ese momento ese cosquilleo al que yo llamo de forma teatrera  cual Lola Flores “ me lo dicen las entrañas” no me abandona, ese gusanillo que me dice que algo no va bien.

No sé si será el murmullo que  dejan las cosas que se escuchan durante una pelea, y que aunque sabes que están viciadas por el contexto de la situación, pululan sin tregua por mi subconsicente, o si quizás, lo que me pasa también, es que me estoy contagiando de las emociones que está sintiendo en este momento la protagonista del libro, siendo estos días  más Adriana que Beatriz, o puede que sea  la necesidad ya imperiosa de sentirme rodeada de mi gente que en estos días extraño aún más. El consejo de mi madre,la comida preparada con tanto amor de mi padre, la risa de mi sobrino, el abrazo de mis hermanas que me recuerdan que yo puedo con todo, o las risas con mis amigos que desempolven a la versión más divertida y extrovertida de mí, esa con la gente se ríe y se crece entre sus bromas, y que todo el cariño, compresión y apoyo deje de recaer en una sola persona. No lo sé,  una mezcla de todo probablemente, una semana rara que ya pasará, lo sé, pasará, pero de momento yo solo quiero dormir, dormir sin pesadillas, y no pensar. 


"Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido."
LUIS CERNUDA.



jueves, 5 de noviembre de 2015

El BUEN EX



Los EXS. Todos tenemos uno(s cuantos).A estas alturas de nuestras vidas es difícil dar con alguien que no traiga consigo un pasado emocional, y que en su equipaje no  cargue con el fantasma de las relaciones pasadas. Y a veces, demasiadas, vaya usted a saber por qué, dejamos que nos compliquen la vida, llevando tanto exceso de equipaje, que hasta pagamos de más por facturar tantas maletas.


Para mí, un EX, es como “ese” vestido que en su día adorabas y te encantaba tener; vestido que probablemente soñaste y deseaste  antes de conseguir adquirirlo, y que cuando por fin lo tuviste en tus manos te supo a gloria  bendita, y dabas saltitos de emoción imaginando la ocasión en la que lo lucirías, y cuando por fin te lo pusiste, ¡te sentiste fenomenal!, peeero para tu disgusto, llegó un día en que ese vestido ya no te quedaba bien, o se había pasado de moda, y  aún con todo el dolor de tu corazón, en lo más profundo de tu ser… fuiste consciente de que ya no te lo ibas a volver a poner.


Ante esa certeza, hay muchas formas de actuar, hay  gente que guarda el vestido en el armario,  lo saca de vez en cuando, y se lo prueba por el placer de comprobar si aún les cierra, pero no lo vuelven a lucir jamás delante de nadie. Otros, lo guardan y lo miran de reojo sin llegar a ponérselo cuando  abren el armario, mientras piensan, que es mejor tenerlo ahí “por si acaso”: “Por si acaso me vuelve a cerrar, por si acaso se vuelve a llevar, por si acaso tengo amnesia y se me olvida que en realidad no me gusta y sólo quería poder consegurlo”. También hay otros, que aunque no quieren volver a ponérselo jamás, no soportan ver la prenda puesta en otra persona y entonces la reclaman como suya… 


y luego hay  gente, a la que no nos gusta tener vestidos que no usamos ocupando un espacio de nuestro armario, espacio que sin duda necesitamos, y preferimos donarlo para que otros le puedan sacar provecho. La realidad es, que lo que a una a veces le sienta fatal, a otras personas les queda como un guante. 


No todo lo que nos gusta nos queda bien. SE SIENTE. 

Por esa razón, porque no me gusta acumular cosas que no me aportan nada, y cuando me toca hacer limpieza de armarios soy de las que me vuelvo un poco loca llenado bolsas de prendas que había olvidado, es por la mismo por lo  que no creo en aquello  de ser amigo de tu ex. 
No creo ni un poquito pequeñito.
Habrá excepciones, no digo yo que no, relaciones que acaban por motivos NO tortuosos y dejan un cariño lindo entre dos personas que han compartido mucho, pero ni rastro de dramas, ni de amor, simplemente la certeza de saber que no, que con esa persona, pues no, pero incluso en esos casos, la experiencia me ha enseñado que no siempre ambas partes se sienten igual al respecto, y que la parte que lo tiene claro,  lo que hace  es ignorar que el otro aun pueda sentir algo más, y que con no remover el tema, es suficiente para que todo pueda seguir  de forma natural y  cordial. También están las separaciones en las que hay niños en común y por ello las relaciones han de ser para toda la vida y preferiblemente  cordiales…  pero dejando esas excepciones a un lado…  a lo que me refiero, es a esos otros casos en los que la relación está acabada, y aun así, nos engañamos disfrazando de amistad el no querer renunciar del todo a alguien para poder  mantener el contacto. A mí, esos casos, me ponen de muy mal humor. 
Gente que se encadena a excusas de cafés, comidas, cenas y charlas telefónicas, con personas que no les dejan avanzar, y que por mucho que quieran mirar hacia delante, tienen que hacer   hueco constante  en sus vidas a la posibilidad de un  “quizás”.
Desde este huequito que he hecho mío, donde vomito todo lo que pienso, os diré, que eso es hacer el primo en su máxima potencia.

  







Al final, y el tiempo y las historias que he vivido, y también conozco, siempre, y repito, SIEMPRE, me han dado la razón: esa” falsa” amistad tiene que acabar, siendo el “borrón y cuenta nueva”, la única forma de poder seguir adelante con tu vida, y de tener la posibilidad real de comenzar una nueva relación con otra persona sin demasiados lastres. Pero eso se averigua siempre tarde, pues en lugar de hacerse las cosas bien desde el principio, de forma limpia y clara, asumiendo desde  el momento  en que se tiene claro que estamos hablando de una  ruptura,  (no de una megapelea, ni de una crisis, sino de una ruptura con todas sus letras) y hay que decir “aquí paz y mañana gloria”,  nos empeñamos en alargar demasiado  en el tiempo las idas y venidas, martirizando nuestra existencia y la de los demás. 

Ocurre a veces ( digo a veces por no generalizar, pero ese a veces, esconde un siempre para quien no me conozca) que en la amistad con él ex se recae con frecuencia en un sexo confuso y adictivo, (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra), que parece que el muchach@ en cuestión, haya hecho un cursillo acelerado de buenas maneras en la cama  y te lo hace mejor ahora, que cuando podía hacértelo todos los días… y con la misma frecuencia con la que se recae en ese sexo de sabor confuso, se cae también en edulcorar los recuerdos de lo que fuisteis juntos, haciéndoos dudar de la razón por la que decidisteis( o decidiste, o decidió) no seguir con lo vuestro y …tracatrá:  Situación complicada a la vista.

Por eso, yo  creo que es fundamental ser un buen ex. Hemos escuchado por activa y por pasiva, lo que hay que hacer para ser un buen novio-a,  comunicación, detalles, romanticismo, bla, bla bla, pero no le prestamos ninguna atención a lo importantísimo no sólo a ser una buena pareja, sino además  saber ser un buen ex en el caso que gastemos el amor de tanto usarlo.Nos evitaríamos muchos sufrimientos innecesarios.  
Desde mi punto de vista, es  la mejor forma de respetar la relación que en su  día os unió. Todo lo demás, lo adornes como lo adornes, es marear la perdiz para acabar igual, sólo que peor, y con superar la ruptura ya se tiene bastante trabajo,  así que mejor no hacerse más sangre alargándolo en el tiempo.

La realidad es, que cuando una relación acaba, es muy complicado dejar muchas cosas atrás, rutinas compartidas y proyectos en común, por eso, hay veces que se quedan muchas cosas por decir, pero quizás lo mejor es dejar un tiempo pasar, para poder hablarlas de la forma adecuada. Cuando estés preparad@ para gestionar el encuentro lo sabrás, y sólo entonces estarás segur@ que la intención de esa conversación no es otra que poder cerrar del todo ese capítulo de tu vida. 
 
Y cual Charlton Heston en Moisés,  pero sin barbas, ni montaña, ni zarza ardiendo, pero si tras reflexionar mucho sobre el tema y en  cuales son los comportamientos que tiran por tierra los argumentos del “mi ex y yo somos amigos y tan felices”, opino que estos serían los diez mandamientos del BUEN EX:


  • El buen ex no te convierte en su follAamig@. 



No te ACUESTES con tu Ex si no quieres complicarte la vida me vale como el mandamiento principal…pero aún hay más… todos igual de difíciles.


  • El buen EX NO te escribe en la fecha de vuestro aniversario, NO NO Y NO. Ni necesita felicitarte el cumpleaños ya puestos, ya sean 30 o 100 años los que se cumplan, ni las fechas de guardar, pues comprende que esos contactos  “INOCENTES” pueden confundirte, quizás  hacerte daño, o hacérselo a la persona con la que ahora estés. NO ESCRIBIRÁS A TU EX. Borrach@ también cuenta.

Borra su número  de teléfono a la vez que quitas de en medio las fotos de los dos juntos.

  •  El buen ex no controla tus redes sociales. Si no es tu amigo en la calle que no lo sea en face book. Un poquito de coherencia y de no recrearse como telespectador despechado, con esa vida de la que ya no formas parte.

  •  El buen ex, no hace chantaje emocional, porque el buen ex no depende de ti, y puede y debe recomenzar su vida sin tu amparo.
  • El buen ex no habla mal de ti, ni airea vuestras intimidades, ni confidencias compartidas.
  • El buen ex, se alegra de que seas feliz, aunque no sea a su lado.

  •  El buen ex, valora vuestra relación, y las cosas que compartisteis y formaban parte de vuestra pareja serán solo las vuestras. Vuestra canción no será de nadie más, por ejemplo.
  • El buen ex, deja espacio y tiempo para que las cosas se pongan cada una en su lugar.
  • El buen ex no tiene una relación seria y formal de la que hace  gala y a todos participe a los dos días de vuestra ruptura. Señores existe un tiempo de luto. Los lutos de cinco minutos duelen.


    Y sobre todas cosas...El buen ex RESPETA. Te respeta a ti, y  a tus decisiones, y  a tus peticiones.



No es tarea fácil ser un buen ex, ¿eh?. Pero pensarlo durante un segundo, ¿no debería ser eso lo que cabría esperar de dos personas que en su día se quisieron? . Las cosas a veces las hacemos difíciles nosotros solitos.
Pero si todo eso nos da igual, y vamos a hacer de nuestra ruptura un proceso largo y agónico en el que las idas y venidas son el denominador común, pues somos muy “ Maria Jimenez” y
nos va el rollo de “ por qué yo me lo propuse y sufrí”, por favor , a las cosas, las llamamos por su nombre: No lo llamemos amistad cuando queremos decir ¿enganche? ¿Dependencia? ¿Miedo a la soledad? ¿Egoísmo? ¿Sexo morboso? ¿Te llamo cuando me aburro? ¿Me ha dejado por quien te dejé? ¿He sido un capull@ y ahora que no te tengo es cuando te valoro? ¿Ni contigo, ni sin ti?¿ quiero sentirme importante y saber que si yo te digo ven lo dejas todo?.



Para dramas te pones Titanic y sufres bien agusto que aunque es bien larga, en tres horas se pasa, pero que antes de tener un mal ex, no seamos  inconscientes y  pensemos muy ,muy mucho las decisiones. Y si se toman que sean meditadas, consensuadas y claras, que ya no estamos pa estos trotes.

Volviendo a mi comparación con la vida caduca de algunas prendas de nuestros armarios… si de verdad ya no lo vas a usar más, lo mejor es donarlo y que alguien lo disfrute, dejando así libre el espacio que ocupaba para lo que esté por llegar.



La otra opción, antes de dar la prenda por perdida, es preguntarse, si quizás subiéndole un poco el bajo, entallándolo un pelín a la cintura y abriéndole algo más el escote, daráss con la forma idónea de que ese vestido y tu seáis la combinación(im)perfecta, convirtiendose en  algo  atemporal, un clásico imprescindible en tu fondo de armario, pues hay veces en que la materia prima está ahí, y  si no tiramos la toalla ante el esfuerzo y la dificultad que supone tener que aprender a coser, comprobamos que cuando  de verdad se quiere, pues  sí  que se puede.



Pero si  ni por esas, hazte el favor y que al punto final,no le sigan tres puntos suspensivos ;)

Y como no podía ser de otra forma, la banda sonora de esta entrada es:
https://youtu.be/aPjZD4s_XcE

;)