
En mi caso sí fui de esas niñas que imaginan el día de su boda, de las que sueñan y fantasean con su vestido de novia y con tener ese aura de felicidad imposible de disimular tras una sonrisa radiante.
Luego creces, y sí, te encanta ver los vestidos de novia, emocionarte en las bodas de los demás y apreciar cada detalle de esos enlaces de los que eres telespectadora, pero la idea, o mas bien la necesidad de casarte pasa a un segundo plano, a uno menos necesario, aunque sí, en mi caso, deseado.
Descubrí con los años que ya no necesitaba casarme para que sucedieran todas esas cosas que imaginaba solo traía consigo el matrimonio, para sentir esa unión, ese vínculo especial con alguien, para estar en lo bueno y en lo malo eligiendo día a día, todos los días, a esa persona. Casarme pasó a ser entonces cien por cien una celebración, una fiesta donde compartir con los demás las cosas buenas que nos pasan y que tenemos. Pero una celebración donde estás increíblemente guapa y feliz. Y en esa celebración, en ese día es en lo que empiezas a pensar todo el tiempo, imaginando mil detalles para que todo sea perfecto. Porque sí, quieres que todo sea perfecto y que ese día sea de los más bonitos de vuestra vida. Y empiezas entonces a mutar, poco a poco, en alguien que solo ve en instagram cosas de boda, en alguien que compra demasiadas revistas de boda, en alguien que sabe diferenciar entre 10 tipos de flores distintas, alguien que entiende de tejidos, de tipos de música, de iluminación, de fotos, alguien capaz de gestionar una agenda llena de citas, llamadas y mails con precisión militar, alguien tan enganchado a las opciones de decoración que hasta imaginas tu propio programa en Divinity. Y toda esa explosión de emociones y sensaciones llega a su punto más álgido cuando te ves vestida de novia por primera vez. Yo no sé vosotros pero yo sí fantaseaba con la idea de envolverme en blanco pensando para mis adentros "qué guapa va la novia... Y la novia...soy yo"!!
La primera vez que cuelas los bracitos entre esas delicadas telas y aprecias los detalles del vestido, lo acaricias suavemente sobre tu cuerpo y ves tu reflejo en el Espejo, ese momento...que queréis que os diga, en ese momento descubres que ya has mutado del todo y sin retorno al "modo novia on" y da igual que al verte pienses "tengo que adelgazar 200 kilos, tengo que ponerme más morena, dejarme el Pelo más largo y dar con un maquillaje perfecto" porque te sientes, ya no se trata de verte ( que también), pero te sientes...preciosa.
Verme de novia ha sido algo muy, muy especial. Y eso que no era mi vestido ninguno de los que me he probado! Que fuimos en plan la tribu de los Brady todos los integrantes del clan a probarnos vestidos de novia cual reality show solo por el placer de vivir esa experiencia, porque aquí la que escribe tiene dibujado el vestido de sus sueños desde hace años y sabe perfectamente lo que quiere.
Me he probado de todos los estilos de vestidos, pero solo con uno he contenido el aire y apretado los ojitos para no demostrar lo blandita que me siento.
La verdad es que últimamente estoy muy llorona y me emociono con demasiada facilidad la verdad...aunque disimulo bastante bien bajo pequeñas dosis de humor y bromitas
La verdad, una boda no es fácil, a veces, lidiar con las bien intencionadas opiniones de tus seres queridos sobre la boda te hace pensar en la novia de Chucky, estás nerviosa y crees que hay demasiadas cosas por hacer y te sientes algo perdida, pero en ese maremagnum de pensamientos y sentimientos a flor de piel hay momentos muy muy bonitos. La leche de bonitos y que sabes que no olvidarás. La mirada de él cuando te lo preguntó. La complicidad en cada decisión "¿habéis discutido mucho con los preparativos? NA-DA ( toquemos madera). La mirada de tus padres y hermanas cuando te ven salir con tu primera prueba de vestido...Y así, todos los que vendrán, a seguir sumando momentos, nervios e ilusión.
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