jueves, 15 de octubre de 2015

Todos somos la canción de alguien.


Estando de buen humor las cosas siempre se ven de otra manera. Todo lo malo molesta un poquito menos, y lo bueno lo sentimos doblemente bueno. Sonríes a todo el que se cruza contigo por la calle, tarareas musiquilla, te ves más guapa, estas inspirada y todo parece posible. Sentirse así tiene mucho que ver con nuestra actitud claro, ¡pero puede verse condicionada por tantas cosas! Si nos detenemos un segundo, comprobamos que a veces son cosas muy sencillas las que necesitamos para abrazar el día con nuestro mejor talante. A mí,  que brille el sol, estrenar algo de ropa, un whatssap con unas palabras bonitas, el chocolate, el…por decirlo de la forma más sutil que se me ocurre, el que me besen de arriba abajo y de lado a lado regalándome mucho gustito, un baño con musiquita, una copa de vino, un video absurdo de internet de gente que se asusta, las alitas de pollo, sentarme té en mano en Starbucks, ver un capítulo de mi serie favorita, ir al cine con palomitas gigantes, arreglarme y ponerme guapa como si de nuestra primera cita se tratara para la cita de la que ya perdí la cuenta con él…son un buen ejemplo de esas cosillas que  me sirven para procurar ser un poquito más feliz alegrándome el día. Y si se da tooodo eso en el mismo día, pues entonces ya…¡ que alegría, que alboroto!


Además de todo eso, una de las cosas más poderosas que conozco capaz de cambiarnos el ánimo es, la música. Podemos torturarnos con canciones que nos hagan más daño en esos días de bajón o  animarnos y comernos el mundo mientras nos arreglamos para salir.
La música como banda sonora de nuestra vida. Nos acompaña en muchos momentos, y nos recordará siempre momentos vividos. Nos conecta con personas, con sensaciones, y nos traen un poquito de lo que sea que asociemos a esa canción: alegría, amor, fiesta, desamor, juventud, amistad, primeras veces…Pude comprobar ese poder musical una vez más ayer, mientras continuaba con  mi intento de seguir demostrándome a mi misma que correr no es cobardes. Tras 40 minutos de marcha, necesité hacer una parada en el camino, a riesgo de escupir el pulmón, mientras luchaba contra la idea de volverme a casa en taxi. No es casualidad salir a correr sin dinero no. Bien visto, con premeditación y alevosía. Ole yo.

Me paré en mitad del recorrido a escribiros bajo el efecto del subidón de las sensaciones que me estaban trayendo  tantas canciones escuchadas durante el trayecto. Se repetían en mi memoria tantos momentos y con ellos, inmensas sonrisas. Momentos de todos. Me senté, por no decir mejor que me tiré en el césped mientras resonaba aun en mis auriculares “La Gozadera” trasportándome  de nuevo a Portugal, al son de "si eres latino saca tu bandera" rodeada de chupitos y de gran parte de mini pandi que tan fuerte pisan. Y me acuerdo de las miradas cómplices de Elena y Cristina, del cuerpo de Maria pintorrequeado entero con números de teléfonos, de esa camarera que se había propuesto volviéramos rodando a casa, de nuestros bailes como si en la pista no hubiera nadie más, de mi clases improvisadas  de inglés y de Apolo! ¡¡¡Ayyyy Apolo!!! Cuando el calor de correr se mezcla con el de las islas griegas es mejor sentarse a recuperar el aire antes de seguir, sí. 

¡¡Que ganas inmensas de salir a bailar con vosotros!!Que ganitas de emocionarme con esa alegría adolescente ante el sonido de “esa” canción que nos une  a todos en un gritito. Y bailar también otra vez "Echa paya" con mi peke, que siempre que suena y ante el subidón del recuerdo de su alegría y coreografía, soy capaz de correr toda la canción sin parar, ¡y que canción más larga joe!. Y reanudo la marcha, y suena “El taxi”y me rio ante el desconcierto de los demás corredores masoquistas, pensando en las coreografías de mi NOprincipe, y me veo a mi misma mirándolo mientras la baila, con esa expresión mezcla de  ¡que corte por favor! Y ¡ muero de amor!. Y no me abandona esa sonrisa de enamorada en el resto del trayecto cuando siguen sonando rayos de sol, Bailando, o loca de Shakira, donde nos recuerdo a los dos bailando, como si la fiesta no hubiera empezado muchas horas atrás.


Y llego a casa y llego exahusta, pero feliz. Tras un fin de semana en uno de los lugares más bonitos del mundo, Ko phi phi en Tailandia, donde hemos tenido un poquito de todo, pero sobre todo hemos tenido mucho de lo bueno, sintiendo todo el empalago de las lunas de miel, con desayunos espectaculares en la habitación mirando y escuchando el mar…Os confesare aquí, en confianza, que era una de esas fantasías mías de mi parte más novelera que deseaba vivir, ¡Desayuno en la habitación! En este caso era superchoza, y fue muy genial.

Tras estrenar la treintena así, entre sol, playa, piscinas infinitas, arrumacos, baños, dedicándonos atenciones que estaban cogiendo polvo entre estas cuatro paredes llenas de rutinas y que tanta falta me hacían, con charlas intrascendentes y absurdas, y también trascedentes y que te dan mucho que pensar… He vuelto con fuerzas renovadas, dispuesta a seguir sacándole a todos los días mi mejor sonrisa, y cuando se nublen los días, que se nublaran, recordarme que a veces, hay gestos muy sencillos al alcance de mi mano que pueden hacer cambiar las tornas.
Y sonreir es gratis!
 
Y me despido por hoy, con una de mis frases favoritas de John Lennon, que nació el mismo día que yo, y del que habría sido su 75 cumpleaños este pasado 9 de Octubre.

“Todo va a estar bien al final. Si no está bien, entonces no es el final”.

1 comentario:

  1. ayyyy vaya tela que yo llevo unos cuantos días escuchando la misma canción y acordándome de ese fin de semana! que ganas de repetir!!
    Se te hecha de menos pequeña pony :*

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