lunes, 22 de febrero de 2016

Salir de "PILINGUIS"



La otra noche, me coloqué el disfraz de pecadora, las ganas de fiesta, y la mente abierta, y  con la  compañía de  mi  nueva y querida amiga, Pepita Dinamita,” made in Spain”, que hace que disfrute aquí de la libertad de saberme amparada por un grupo de mujeres tan lindas como ella llenando mis días (y noches) con  propuestas de planes,  nos dispusimos a ver en primera persona como funciona eso de “la fiebre amarilla”.
Para aquell@s de vosotros que no hubieseis escuchado antes esa expresión, y que al leerlo creáis que se trata,( como me pasó a mi), de algo  que te transmite la picadura de un mosquito, os explico:

Desde que llegué aquí y a medida que fui conociendo a más gente, personas con más kilometraje que yo, más experiencias y más mundo, escuché en diferentes interlocutoras la misma historia, pero con distintos protagonistas. El resumen viene a ser este: La ambición de algunas mujeres asiáticas por “cazar” a un expatriado con sus estudiadas y depuradas artes de mujer. Hombres de cierto éxito, mediana edad, que pasando por la “crisis de la de las cincuenta”, y en pro de sentirse deseados y menos solos entre viajes y viajes, caen en las manos de la versión actualizada de una geisha. Eso, y que a esos hombres les va el rollo vaya, ¡qué crisis ni que leches!.
 Ese “poder de seducción asiático” en el que caen como moscas los occidentales, es a lo que llaman pillar la fiebre amarilla. No es mosquito no, pero también les pica.
Yo que tengo poco mundo, escucho esas historias, y lo primero que pienso es, ¡que exageración!, a ver si  en vez de a Asia nos hemos venido a follilandia y yo sin saberlo!, y lo segundo, ¡que movida vivir con ese temor! Pero poco a poco y mientras más historias oyes, el mensaje subliminal va calando, y vas pensando que  quizás algo de verdad pueden  esconder todas esas historias para no dormir. Me lo creí más aun, cuando son ellos mismos, y no ellas, los que relatan que aquí se ponen las botas día sí y día también. He decidido a tenor de todo esto, que tengo que ensayar más mi cara de “esto que me cuentas yo NO LO QUIERO SABER”.

 Masajes con final feliz, polvos en los que ellas reniegan de los preservativos e insisten en el contacto piel con piel, y una iniciativa por acercarse a ellos, que bien pareciera que se están ligando a Chayanne y no a un españolito corriente y moliente. Que si asociaciones de apoyo para las mujeres expatriadas que se separan cuando llegan aquí , porque su churri las deja tiradas con una mano delante y una detrás cambiándolas por una joven de piel de alabastro y ojos rasgados, y  se ven en la situación de tener que dejar a sus hijos atrás, claro, ellos si son residentes aquí, pero ellas tienen que volver al calor de la patria… y en resumen, como esas, muchas más historias que estos oídos míos han escuchado desde mi llegada, pero que no me apetece repetir porque algo las tripillas si me las revuelve. Pá que mentiros.
De todas las cosas que pienso sobre esa situación, que son muchas, llego entre otras, a la conclusión de que  hay mucho racismo (y machismo) en esos roles de mujer y hombre que se interpretan, pero un racismo muy diferente  hasta el que ahora yo entendía, pero racismo también. Estamos rodeados y cargados  hasta arriba de estereotipos y prejuicios.

Pues bien, en medio de este escenario de “ten cuidado que aquí van a la caza y captura” que yo no termino de querer creer, me cuenta Pepita, que hay un bar de música en directo, la mar de molón en un hotel de cinco estrellas, donde además, las mujeres de vida alegre, pero de lujo, aprovechan para conocer a sus proyectos de marido, y que ella quiere ir a ver que se cuece por allí. Y digo yo,  pues vale, venga, vamos me parece bien, el saber no ocupa lugar, y que yo me apunto a un bombardeo... pues también. Con la excusa barata  de me las voy a dar de escritora que está investigando y que necesita material para su libro voy a ir por informarme .No por pasármelo bien, ni por curiosear algo que al saberlo un poco tabú me resultaba emocionante. No, por eso no, voy en misión periodismo de investigación no os confundáis. JA.
Con un escote muy discreto y  subida a mis tacones más altos, ponemos rumbo al que yo creía, os lo prometo, era un bar mono de un hotel mono, con música en directo, donde además así como todo muy discreto, las pilinguis ( me encanta esta palabra, tan de señora mayor, tan poco sería para hablar de algo que nos parece serio) son unas más buscando el negocio perfecto.
Pero no, ya puedo decir yo que he estado en un puticlub, uno fino sí, pero puti a fin de cuentas. Yo tenía ganas de ir a alguno, la verdad,  y este ha superado con creces todas mis expectativas.
Ya antes de entrar se olía la testosterona, y en la cola siendo las únicas chicas y siendo más que observadas, pensé, “quizás no estamos en el sitio adecuado”” Manolete si no sabes torear”… pero oye, ya que hemos venido vamos a entrar.

 En ningún momento se me pasa por la cabeza me vayan a confundir a mí con una señorita de compañía. A mí no ¡por Dios!, por mucho que mi vestido dejara poco a la imaginación, yo daba por hecho que con mi pelito rubio y mis ojitos que permiten maquillarse el párpado, a nadie se le pasaría por la cabeza que yo estaba allí buscando inversores. Inocente.
No tengo palabras para describir la sensación que me recorrió el cuerpo al llevar dos minutos allí. Lo primero, me puse la manita en el escote muy cándida yo ¡a buenas horas!. Jamás he estado en ningún bar donde haya tantos hombres. No había putas suficientes para todos. Ellas estaban colocadas estratégicamente con sus mejores galas, y su silicona mucho mejor colocada que mi efecto push up, esperando ser invitadas a una copa, las que ya tenían a quien entretener, hacían el papel de novias por una noche con mimos arrumacos y sonrisas. Todo invitaba a creer en la atmósfera que estas ligando, pero sin que puedas olvidar que al final has de pasar por caja. La música estaba bien, eso sí, eso era verdad verdadera. Pero allí estábamos nosotras, que si nos movíamos por el local parecía que estábamos buscando quien nos interesaba, y si nos estábamos quietas pues lo parecía aún más. Ya de bailar ni hablamos ¿no Pepita?
Y yo que ya sabéis no me gusta sentirme fuera de lugar, pues me decía para mis adentros en esas conversaciones profundas que tengo conmigo misma “bueno si nos vamos a tomar una copa aquí, al menos que parezca que esto no nos sorprende” observamos, miramos y una historia más que contar. Pero mi Pepita de mi alma, saca el móvil y se quiere poner hacer fotos como la que está visitando la Sagrada Familia. ¡ ¿Quieres guardar el móvil mujer?! ¡Que esta gente está de putas no quiere salir en fotos!! Y pienso ¡no si después de todo nos echan!.
Al final, medio la hago entrar en razón y guarda no muy convencida el móvil, pero el bochorno ya lo había pasado posando para el selfie más incómodo de toda mi vida.
 Nos fumamos un piti en la pecera mientras seguimos empapándonos de sabiduría. Hombres de todas las edades y razas, enchaquetados y arreglados, disfrutaban allí de las atenciones “discretas” de aquellas espectaculares señoritas.
Yo putas había visto las de las películas, y las de la rotonda del parque Alcosa pasando frio en la calle. Tenía yo una imagen... pues eso, un poco grotesca ordinaria, con shorts y brilleríos, botas de tacón y un rollo pasadas de la vida que no me resulta sexy, después las imaginaba también rollo bar de strippers, tetonas y oxigenadas con licra y bikinis. Hasta ahí me llegaba la imagen de la prostitución. Nada que ver, chicas monísimas, una versión pechugona de la Preysler. Miradas estudiadas, sonrisas y caricias medidas, parpadeos y de alguna forma si… “elegancia” Pepita además me cuenta que cobran cantidades exageradas de dinero, miles y miles de dólares por sus favores.Anda que bien.

Sentir las miradas al principio interrogantes de ellos, y después apremiantes, me bajan de la parra, y me doy cuenta de que sí, de que también parece que yo esté allí a lo mismo. El primero en acercarse fue un señor de raza hindú de unos 40 años, que si me hubiera preguntado por los valores de la bolsa ese día me hubiera sorprendido menos y dejado menos cara de alelada. El señor me propone invitarme a tomar una copa y estar con él en el sofá (zona reservada sólo para consumir con botellas) Y yo  por un segundo me quiero hacer la ofendida, hasta que soy consciente que soy yo la que me he metido en un puti y se me baja la indignación de golpe, pero no puedo evitar  contestarle con voz de pito ¿conmigo? Él me mira con cara de “no, con rita la cantaora”, y me sonríe, y yo más mojigata que con 15 años, me da la risilla floja y digo” no, no muchas gracias”.Me falto santigüarme.

Mientras más rechazaba invitaciones más expectación parecía levantar. Y una tras otra se repetían  las invitaciones a copas. Yo que sabéis que no soy de rechazar copas. Imaginaros el panorama para decir “no gracias no gracias” tantas veces seguidas. Una media hora después de nuestra entrada en el bar, decidimos que ya teníamos material suficiente con el  que documentarnos y nos piramos de allí…no fuera ser que  al final aquello dejara de ser divertido.
Pero vamos que puestos a ser puta mejor serlo  en un sitio así, ¿no? Las ofertas se disfrazan de ligues y eliges con quien irte. (o eso parecía).
Y esa querid@s  fue mi experiencia en el bar de vida alegre que tenía buena música en directo. Para volver… pues no, pero divertido y diferente, eso sí. La próxima: espectáculo de ping pong en Bangkok. ¿Quién me iba a decir a mí, que mientras que en mi tierra están esperando a ver salir La Borriquita, yo iba  a  estar viendo salir pelotas de ping pong de un sitio donde no deberían estar
 pelotas de ping pong?.
Si me lo dicen hace dos años se me sale el gin-tonic por la nariz de la risa.
Nunca digáis de esta agua no beberé…

3 comentarios:

  1. Nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre... Pero llegados a este punto es bueno saber al menos que público objetivo es el tuyo ;p.
    Nenota yo hubiera ido contigo y me hubiera santiguado igual!

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  2. jajajaja mancantao!!!
    y no tenía ni idea del tema la fiebre amarilla y la verdad que salir fuera y ver otras culturas deja patidifusa, la cantidad de cosas diferentes que hay y la cantidad de cosas que damos por sentado en nuestra tierra que no tienen nada que ver en otros lugares.

    Yo también estoy viajando contigo asi que si gue compartiendo tus experiencias :)

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  3. Otra opción es ir a hacerse masajes, no es tanto y te quedas igual de bien, un saludo!

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